tamaño de entre 50 a 54 centímetros y su cresta blanca, el mono tití cabeciblanco es una de las especies en vía de extinción más traficadas en Colombia. El Saguinus oedipus, nombre científico que adopta, es endémico de Colombia, pero también es el primate con más ingresos al Centro de Atención, Valoración y Rehabilitación del Área Metropolitana del Valle de Aburrá (CAVR). Solo quedan alrededor de unos 7.000 en el territorio nacional y uno de sus máximos enemigos es la tala indiscriminada de árboles del noroeste colombiano.
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El tití cabeciblanco también se le conoce como Tamarino algodonoso, tití pielroja o Tamarino cabeza de algodón y especialmente habita en una parte del caribe colombiano: en los departamentos de Atlántico, Bolívar, Sucre, Córdoba y en la región del Urabá antioqueño.
Su fisionomía apenas alcanza los 500 gramos: es de pelos blanquecinos, desde la frente hasta la nuca. La espalda es parda y los brazos y piernas blancos o amarillentos. Además, su cola es marrón en la base y oscura en la punta. Esta especie puede comer frutas, néctar, hojas frescas o retoños y además insectos, lagartijas y hasta pájaros. Viven en grupos familiares de hasta 20 monos.
Expertos y protectores de esta especie en el país afirman que este mono tiene dos grandes problemas: por un lado, los niveles exacerbados de deforestación que han acabado significativamente con el hábitat del tití cabeciblanco. El hogar de estos mamíferos son los bosques y solo queda menos del 8 por ciento del total que había hace unas décadas en esas áreas del caribe colombiano. El otro aspecto que atenta contra la vida de estos pequeños primates es la caza indiscriminada de la especie y el tráfico ilegal del mono tití que termina como mascota en muchas partes de la costa caribeña del país.
Por estas razones el CAVR ha atendido en los últimos 10 años a 300 titíes cabeciblanco en su sede ubicada en Barbosa, norte del Valle de Aburrá. Este espacio se ha convertido en el referente nacional para la acogida de esta especie que en estos momentos hace parte de la fauna amenazada en el país.
Andrés Gómez, supervisor del Centro de Atención, indicó que es el primate en vía de extinción con más ingresos a este espacio del Área Metropolitana: “Dentro de los mamíferos por tráfico encabezan los monos capuchinos o cariblancos, sino que no es una especie que es amenazada, seguido de los titíes”, resaltó Gómez.
El tití es raptado de su hábitat cuando es apenas una cría, “Porque son animales que no son tan agresivos y pueden ser más dóciles a la hora de importarlos o mantenerlos en cautiverio”, aclaró Gómez.
“Muchos de estos pequeños animalitos pueden lograr su regreso a su hábitat”.
Son alrededor de 40 a 50 titíes los que llegan a este centro de atención y se recuperan cada año. El supervisor indicó que muchas veces se alimentan mal, lo que causa serios prejuiciosos al primate, las condiciones en el nivel nutricional y físicas no son las mejores.
“Estos animales son omnívoros, comen insectos y hasta pájaros, entonces cuando están en cautiverio solo les dan chocolate, aguapanela, galletas, entonces el animal va perdiendo el desarrollo fisiológico por la parte zootécnica y nutricional. Incluso, muchas veces los amarran causándoles unas laceraciones en el cuerpo que complican la situación de la existencia del animal. Cuando son recuperados por el Área Metropolitana entramos a revertir esa acción que causa el hombre”, recalcó el profesional.
El proceso de rehabilitación del tití dura entre seis meses a un año, dependiendo del caso, pero no todos pueden llegar a su recuperación porque arriban al centro en situaciones muy críticas. Muchos de estos pequeños animalitos pueden lograr su regreso a su hábitat, sin embargo, los que no tienen esa capacidad de rehabilitarse van a las “colecciones vivas”, como lo indicó Gómez, es decir al Parque de la Conservación de Medellín, pues por condiciones fisiológicas, anatómicas y biológicas no tiene colmillos o tiene la cola cortada, una fractura o una situación patológica.
El trabajo por salvar esta especie
Para prevenir el tráfico de fauna como es el caso del tití cabeciblanco, la Fundación Proyecto tití trabaja desde varios frentes para que esta especie no sea traficada y su hábitat natural sea mucho mejor. “Tenemos tres sedes de trabajo ubicadas en los departamentos de Atlántico, Bolívar y Sucre, nos falta llegar a Córdoba y al Urabá antioqueño, pero lo que hacemos es combinar actividades de investigación, protección y educación ambiental en las escuelas rurales que habitan muy cerca a los bosques que quedan”, indicó Rosamira Guillén, directora ejecutiva de la organización.
Guillén enfatiza en que en las comunidades se da a entender que esta especie es única y que no se ve en otra parte del mundo, además indicó que: “En los años 70 se importaron entre 20.000 y 30.000 titíes hacia los Estados Unidos para estudios de laboratorio”, lo que da una proporción de la gran pérdida de esta especie en el país.
Pese a la disminución de esta especie desde la Fundación indicaron que las labores que han realizado son efectivas y les ha dado buenos resultados, pues el frente no es solo la educación en colegios y comunidades, sino también el sembrado de árboles y la reforestación porque la función principal es ampliar el hogar a la especie.
“Las cosas van mejorando en esas áreas en donde nosotros estamos, pero hay otros lugares en donde no tenemos presencia y ahí los poquitos bosques que quedan se van tumbando, no hay control y todavía se presentan muchos casos de tráfico en la zona del Urabá antioqueño, del Bajo Cauca y en Sucre. Por eso se requiere mucho esfuerzo, permanencia y ‘cantaleta’”, recalcó la directora de Fundación tití.