Según cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) en Colombia actualmente hay 3.716.000 personas que mes a mes reciben un salario mínimo por la labor que desarrollan como parte de la población ocupada en el país.
Esta cifra representa un 16,5 por ciento de dicha población, y es precisamente este grupo de trabajadores los que se verán más afectados de manera directa por el incremento del 9,54 por ciento al salario mínimo legal vigente para el año 2025.
Entre esas casi 4 millones de personas que reciben exactamente un salario mínimo en el país, hay un sinnúmero de casos que podrían personificar lo que es vivir en las ciudades capitales del país, teniendo en cuenta que el costo de vida en dichas urbes en muchos casos está lejos de poder ser suplido por medio de un ingreso de 1.423.500 pesos.
Eugenia es una mujer de 45 años que vive en el sur del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, más específicamente en el municipio de Envigado.
La señora Eugenia se despierta temprano en las mañanas y hace todos los preparativos de su hogar antes de salir a esperar el transporte público para dirigirse a las oficinas de la empresa en la que labora.
Su viaje no es tan largo en tanto su lugar de residencia y su lugar de trabajo están ubicados por cardinalidad en zonas contiguas del área metropolitana, así que tras algo más de media hora desde que sale de su hogar en la mañana, Eugenia llega al sector de El Tesoro, donde se encuentra la torre de Q Office, sede de las oficinas de la marca de ropa en donde está contratada a término indefinido para prestar el servicio de aseo.
La señora Eugenia gana algo más del mínimo, pero no mucho más, por lo cual, como lo menciona ella “si dependiera solo de mi salario no podría vivir en el arriendo que estoy ahora”. La mujer explicó que es gracias al total que logra reunir con su pareja mes a mes que puede costear, no solo los gastos de vivienda, sino los de educación, alimentación y servicios en su hogar, sin contar eventualidades que les representen un contratiempo para su tranquilidad económica.
Eugenia, relata, a la par que se le escapan varias carcajadas nerviosas entre pregunta y respuesta, que vive bajo arriendo con cuatro personas; su pareja, un trabajador independiente cuyo salario fluctúa según qué tan bien le vaya cada mes, el hijo de su pareja, un adolescente que cursa grado once en el bachillerato de una institución pública y su hija, una joven que está finalizando su pregrado en una universidad pública de la ciudad.
Los únicos ingresos económicos para cubrir el arriendo de la casa, que, según narra Eugenia, se aproxima al ‘millón quinientos’ son el salario de su pareja, que aseguró “a veces es mucho mayor al mínimo y a veces apenas es el mínimo, depende” y el suyo, que es un mínimo que se gana con esfuerzo realizando las labores de aseo en la empresa de ropa en la que trabaja, en la comuna 14 de Medellín (El Poblado).
si dependiera solo de mi salario no podría vivir en el arriendo que estoy ahora
EugeniaTrabajadora en Medellín.
“Si entre los dos no nos apoyamos a trabajar para poder pagar todo lo que tenemos pendiente, sería difícil, yo sola no soy capaz de pagar un arriendo de esos tan caro”, relata Eugenia con una seriedad que transmite a través de un cambio evidente en su jocoso y habitual tono de voz.
Entre risas, nuevamente, y silencios para pensar sus respuestas, Eugenia describe su calidad de vida como una funcional y sustentable, con la que apunta a vivir tranquilamente, como mínimo, “uno medio se sustenta ahí con lo que gana, por lo menos”, asegura Eugenia.
“Es muy complejo vivir de cómo nos va en el día a día, a veces puede ser muy angustiante, pero es precisamente el apoyo mutuo con mi pareja lo que nos permite llegar a final de mes”, relata Eugenia enfatizando lo preocupante que puede resultar depender de un ingreso bajo en la economía actual de una ciudad como Medellín, cuyo costo de vida ha incrementado considerablemente en los últimos años, superando en algunas oportunidades a la capital.
Eugenia relata que ha habido varios meses en los que se han visto ‘colgados’ para llegar al final del mes con los ingresos de su hogar “yo trabajo con una empresa, pero mi pareja no, entonces es cambiante, a veces tiene buenos ingresos y a veces no, entonces algunas veces nos hemos visto a gatas para vivir así”.
Ahora, a portas de que el hijo menor de su núcleo familiar entre a la universidad, se viene un incremento importante en los gastos de la casa de Eugenia para asegurar la educación del joven. Y si bien, su hija está próxima a culminar sus estudios, lo que eventualmente les permitirá reducir ese gasto e incluso, quizá, obtener un ingreso adicional para el hogar, esa no es su realidad actualmente.
Eugenia se encarga de hacer el aseo en la oficina principal y en la tienda física de la marca, también ayuda a preparar café y realizar el inventario de los implementos de la cocineta de la empresa. Recientemente, y para ayudarle con sus ingresos, recientemente los dueños de la marca le han pedido que haga sus servicios en su vivienda.
Su jornada no se extiende por 8 horas. Según relata, a veces solo trabaja medio día en la oficina principal de la empresa; otros días, Eugenia hace mediodía en la tienda y el otro medio día debe regresar a la oficina principal, sin embargo, ella es eficiente, tal como lo relatan algunos trabajadores de la marca, quienes aseguran que a veces en algo más de dos horas Eugenia ya ha terminado con sus responsabilidades.
Sobre el aumento del salario mínimo, una medida que de base la debería beneficiar, Eugenia tiene una crítica que trasciende más allá de su cotidianidad y de su estilo de vida particular.
“Qué gana uno con que incrementen el salario si enseguida todo lo suben, el arriendo, los servicios, el mercado, para comprar víveres, todo incrementa también, entonces, ahí está, nada hace uno, de todas maneras por mucho que uno gane siempre sigue endeudado”, cuestionó la mujer, mientras que terminaba de preparar sus cosas, una vez concluida su jornada laboral del 27 de diciembre, para salir a esperar el transporte público y regresar a su hogar para prepararse para acudir nuevamente a prestar sus servicios en la mañana siguiente, en el último fin de semana de 2024.
NICOLÁS TAMAYO ESCALANTE
Periodista de Nación, en Medellín.